¿Filosofía de la biología? ¿Qué es y para qué sirve?

Por Guillermo Folguera*

1. De la Filosofía General de la Ciencia a la Filosofía de la Biología

Aunque el cruce entre filosofía y ciencia ha ocupado un capítulo importante del saber en la Modernidad, recién se autonomizó como un campo de conocimiento propiamente dicho en el siglo XX. Autores hoy “famosos” como Rudolf Carnap, Karl Popper, Carl Gustav Hempel o Imre Lakatos, de quienes ya se dirá algo en este blog, comprendieron de diversos modos las características de esa zona híbrida: entre las décadas de 1920 y 1960 se generaron, de este modo, diferentes aproximaciones filosóficas que tomaron en consideración el modo de funcionamiento de las ciencias en su conjunto, en lo que hoy se denomina “Filosofía General de las Ciencias”. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX, el cruce entre las ciencias (ahora en plural) y la filosofía tomaría nuevos rumbos y daría origen a las denominadas “Filosofías Especiales de las Ciencias” entre las que se cuentan la Filosofía de la Física, la Filosofía de la Química y aquella a la que yo me dedico: la Filosofía de la Biología.

Carnap, Hempel, Popper y Lakatos.

Narrar la historia de esta disciplina en un puñado de palabras implicará, necesariamente, algunas exageraciones, injusticias, simplificaciones u olvidos. Aun cuando tenga un origen reciente -no más de cincuenta años-, encontrar un hilo conductor coherente obliga a proponer algunos criterios demasiados rígidos. Con la confianza de que el lector sabrá que ya hay algo de derrota en el intento, me aventuraré en el camino para reconstruir la historia del área en tres minicapítulos, cada uno con sus objetivos, sus referentes, sus victorias…y también sus derrotas. Porque también –o tal vez debería decir: sobre todo- de derrotas está hecha la ciencia y, por ende, la filosofía de la ciencia

2. Esos primeros pasos en los 70s’: una Filosofía de la Biología para el sueño reduccionista

Estamos en la década de 1940, plena Segunda Guerra Mundial. Erwin Schrödinger, Premio Nobel de Física, el mismo que había propuesto la famosa paradoja del gato para dar cuenta de las dificultades lógicas que entrañaba la mecánica cuántica, señala en su libro “¿Qué es la vida?”:

¿De qué forma la Física y la Química pueden explicar sucesos en el espacio y en el tiempo que tienen lugar dentro del límite espacial de un organismo vivo? La incapacidad manifiesta de la Física y la Química actuales para explicar tales sucesos no basta para dudar de que dichas ciencias no puedan hacerlo […] No nos debemos desanimar por la dificultad de interpretar la vida a través de las leyes ordinarias de la física.

Las palabras de Schrödinger expresaban ideas no necesariamente nuevas, pero fueron fundamentales para establecer lo que sería un tipo de relación entre la Biología, la Química y la Física. O al menos la promesa de un tipo de relación entre ellas. El sueño de unas ciencias unificadas, el así llamado “reduccionismo”, tomaba formas precisas. Pero detengámonos un momento: las palabras en ocasiones contienen demasiados mundos en su interior, y es lo que ocurre con “reduccionismo”, que quiere decir muchas cosas al mismo tiempo. En términos generales, se habla de  reduccionismo cuando se establece una relación entre dos conjuntos de cosas, en la cual unas son presentadas en términos de otras. Esos elementos pueden ser muchos tipos de entidades diferentes: métodos, objetos… O incluso, tal como en la cita de Schrödinger, puede ser la relación entre teorías de un área (de la Química o de la Física) y los fenómenos de otra (de la Biología). Explicar la vida con teorías de la Física y la Química; “reducir” la vida a lo físico-químico: ese era el sueño principal.

Décadas después de que Schrödinger escribiera aquella famosa frase, la recién nacida Filosofía de la Biología abrazaba el sueño reduccionista. En la década del 70′, filósofos como Michael Ruse y David Hull  buscaban ayudar a la concreción de este objetivo. Pero el camino no estaba exento de dificultades. La reducción más buscada por los filósofos de la ciencia, o sea, la reducción entre teorías, no había arrojado demasiados éxitos -por no decir ninguno- en la Biología. Así, mientras Ruse y Hull escribían sus intentos reductivos, comenzaban a circular importantes cuestionamientos al programa reduccionista en diversos campos asociados a las ciencias de la vida. Los límites surgían por doquier y seguirían varios años, asociados a los nombres de Motoo Kimura, Stephen Jay Gould, Niles Eldredge, Richard Lewontin, Lynn Margulis, entre otros. El programa reduccionista, que había dominado la Filosofía de la Biología, comenzaba a tambalear.

3. El autonomismo de los 80′

Porque, como en todos los demás ámbitos de la vida, en la Filosofía de la Biología los 80’s fueron y no fueron los 70’s. En ambas décadas, la mayor parte de los estudios se focalizaron en un puñado de áreas. La atención principal estuvo dirigida a la Genética Clásica y a la Genética de Poblaciones. Y más aún: los estudios coincidían en que esos campos eran los centrales dentro de la Biología y, en particular, dentro de la llamada Síntesis Evolutiva. Estos campos eran presentados como capaces de aportar las teorías para dar cuenta de los fenómenos de lo viviente, muchos de los cuales eran abordados por subdisciplinas tales como la Sistemática, la Biología del Desarrollo y la Ecología, entre otras.

Los 80´s fueron y no fueron los 70´s, dice el autor. A buscar las diferencias.

Pero la década del 80′ también trajo novedades para Filosofía de la Biología. Una de las principales estuvo dada por una pluma de mucho porte, la de Ernst Mayr. Mayr no sólo fue respetado como filósofo de la biología, sino que además se convirtió en referencia inevitable en las discusiones en Biología, en particular en el área de la Biología Evolutiva. La posición de Mayr logró cambiar la dirección (siempre en términos generales, entenderá el lector) de un campo disciplinar aún en consolidación. La bandera principal que traía el autor de origen alemán era la de una Biología autónoma, imposible de ser reducida a otros campos disciplinares. Así, el intento de reducción de la Biología a la Química y la Física no debía ser el objetivo fundamental de la Filosofía de la Biología. Un antireduccionismo hacia afuera de la Biología, pero con acento en lo genético hacia adentro. Esa hegemonía interna, de todos modos,  a mutaría. O, al menos, se diversificaría.

4. Un siglo XXI diverso y en expansión

La década del 90′ y la entrada del siglo XXI alteraron fuertemente el panorama. Mucho de lo sucedido fue producto de la propia explosión de una disciplina afortunada y paradójicamente poco disciplinada, en la que conviven muchas personas con posicionamientos disímiles y muchas líneas de investigación. En esa tendencia, también se diversifican las áreas analizadas. El predominio de la Genética Clásica y de la de Poblaciones retrocede para recuperar al resto de los campos dentro de la Biología. Así, la Filosofía aborda en esta tercera etapa áreas tan diversas como la Biología Molecular, la Ecología, la Fisiología, las Neurociencias, la Biología Evolutiva del Desarrollo, entre otras. La primera expansión ya está en marcha, la Biología como un todo ya es objeto de reflexión filosófica.

Junto con esa explosión de campos y líneas de investigación, una segunda novedad estuvo dada por la multiplicidad de cruces con otras corrientes y campos del saber. Impresiona enumerarlos: la ética y la bioética, la filosofía de la tecnología,  el ambientalismo, la teoría de género, la antropología de la ciencia y la sociología de la ciencia.

Por supuesto que sigue habiendo algunas líneas más canónicas que otras, que suelen tener sus canales de transmisión (y de intensificación) en las principales revistas del área. Así, es cierto que revistas tales como Philosophy & Biology establecen en muchos casos criterios por los cuales las diversidades que señalo acá no se hacen necesariamente presentes. Sin embargo, los intentos por disciplinar este campo, parecen, hoy, tan estériles como los de quien pretende refrenar la marea. Una marea que apenas puede aventurarse hasta dónde podrá subir.

Es imposible proyectar cuál será el futuro del campo disciplinar, aunque sí podemos preguntarnos por el rol que creemos que la filosofía debe ocupar en las discusiones científicas. Con respecto a esta última pregunta, las respuestas han sido diversas: existen las que niegan de plano cualquier aporte relevante, las que lo limitan a su uso en la enseñanza, y las que  pretenden que la Filosofía de la Biología sea reconocida como un actor más en la discusión acerca de la ciencia y su vínculo con lo que sucede “afuera”. Porque, entre tantas otras cosas, esta disciplina, como lo viene haciendo el último tiempo, puede intervenir en las problemáticas sociales y ambientales reflexionando de manera crítica sobre la complejísima relación entre la ciencia, la tecnología, la sociedad y la naturaleza.

Se agradece especialmente por los comentarios y correcciones a Carolina Vespasiano.

*Estudió las carreras de Filosofía y de Biología en la Universidad de Buenos Aires. Actualmente es docente e investigador de Historia y Filosofía de la Biología en la UBA y en CONICET. Hincha de Independiente y padre de dos niñas de lo más lindas, Alma y Uma. Desea un mundo y una ciencia mejor, y es optimista en que eso podrá lograrse.