A los varones, luz y a las mujeres, hijos
Por Agostina Mileo *
Quiero empezar brutalmente: el lenguaje que se usa cuando se habla de la ciencia que producen los varones y la que producen las mujeres no es independiente de las capacidades que cotidianamente se les adjudican y de las características que se les suponen innatas. En términos de cómo el público recibe la información, se ponen en juego dos factores: por un lado, la reproducción de estereotipos genera familiaridad (y si vamos a hablar acerca de ciencia, necesitamos toda la que sea posible); por otro, se contribuye a asentar ideas que menosprecian el conocimiento producido por mujeres.
Esto se ve claramente en la utilización de metáforas que describen cómo se producen los hallazgos. Muchas veces, los descubrimientos hechos por varones se presentan como “una lamparita que se prende” o un “momento eureka”; en cambio, los avances hechos con base en investigación femenina se presentan como “gestaciones” o “una semilla que se planta, se riega y crece”.
En este contexto, Elmore y Lucero (2016) publicaron un estudio en el que más de 700 adultos leyeron historias sobre científicos de áreas STEM (sigla que reúne, en inglés, la conjunción de science, technology, engineering y mathematics) en las que sus ideas estaban expuestas como metáforas de focos de luz o semillas. Los resultados sobre las apreciaciones acerca del conocimiento producido en relación con cómo se presentaron se pueden ver en el siguiente cuadro:
Metáfora del foco de luz | Metáfora de la semilla | |
Brillante, excepcional | Calidad de la idea | Fructífera, útil pero típica |
Idea surgida de la nada | Origen de la idea | Crianza, creación a partir del esfuerzo |
Iluminado por la idea, sin voluntad propia involucrada | Autor de la idea | Se esfuerza para cultivar la idea |
Instantánea, de un momento a otro | Temporalidad | Lenta, gestada a lo largo de un lapso |
En líneas generales, los inventos eran rankeados como más excepcionales cuando tenían este formato tipo iluminación. Cuando se relacionaban con el género del investigador, sin embargo, se producía el efecto contrario; los descubrimientos realizados por mujeres eran más apreciados si reflejaban el resultado de un trabajo largo y arduo.
Ambas metáforas, la del descubrimiento que cae del cielo y la del trabajo tipo “perservera y triunfarás” son las más comunes a la hora de contar historias sobre ciencia en los medios. El equipo observó que los jóvenes estaban mucho más expuestos a relatos del primer estilo en diarios escolares y que lo reproducían en ensayos escritos por estudiantes. Esta manera de hablar acerca de las ideas condiciona cómo pensamos el ejercicio de la práctica científica y cómo valoramos lo que la ciencia produce. En este caso, se relaciona con la idea de genio, que es alguien que viene con una habilidad innata más que un trabajador incansable.
En términos generales, esperamos que los hombres sean brillantes y las mujeres abnegadas. Cuando no se cumplen estos estereotipos, todos sufren. Los varones entonces pueden encontrar beneficio en minimizar el esfuerzo para alcanzar un logro y las mujeres en enfatizar cuánto les costó. Sin embargo, la diferencia en la carga que estos perjuicios instituyen es mucho más severa para las mujeres, que aún no acceden masivamente a cargos jerárquicos en el sistema científico a pesar de la paridad en los estadios iniciales de la carrera y son minoría en los campos para los que se percibe como necesaria una inteligencia excepcional.
Las metáforas, como figuras retóricas, muchas veces funcionan para entender conceptos abstractos a través de su anclaje en experiencias concretas del universo material. Este universo material y la manera de generar esas experiencias concretas mucho tienen que ver con las ideas que tenemos acerca de las cosas.
En contraposición a las concepciones más clásicas sobre la ciencia, en las que se supone que es el propio conocimiento científico el que establece una visión de mundo o paradigma, la concepción moderna suele considerar que, a la hora de producir ciencia, los científicos no pueden desprenderse de su concepción del mundo. Si aceptamos que esta misma dinámica puede extrapolarse hacia la comunicación pública de la ciencia y consideramos que los elementos de la cultura popular aplicados a su difusión también dialogan con la manera en la que el conocimiento científico fue concebido, entonces resultaría atinado proponer que las metáforas utilizadas para hablar de ciencia contienen en sí mismas el imaginario del que se valen investigadores e investigadoras al producirla.
Como mediadores de la relación entre el conocimiento científico y lo que popularmente se concibe sobre él, quienes comunicamos ciencia tenemos la responsabilidad de generar miradas críticas que también habiliten para el público las preguntas acerca de cómo se construye culturalmente ese conocimiento, además de responder ante nosotros mismos qué propuesta política de apropiación social del conocimiento queremos reflejar.
*Agostina Mileo es Comunicadora Científica y doctoranda en Historia y Epistemología de la Ciencia. Miembro de Economía Feminista y de la campaña #Menstruacción. Es La Barbie Científica en las redes sociales.
Bibliografía
Baringoltz, E., Posadas, P. Ciencia y tecnología en la Argentina Diagnóstico de la situación de género (julio de 2006 – diciembre de 2007).
Elmore. K, y Lucero M. (2016). “Light Bulbs or Seeds? How Metaphors for Ideas Influence Judgements About Genius”. Social Psychological and Personality Science,1-9
García, R. (2006). Sistemas complejos. Conceptos, método y fundamentación epistemológica de la investigación interdisciplinaria. Barcelona: Gedisa
Kuhn, T. (1962). La Estructura de las Revoluciones Científicas, University of Chicago Press
Lakoff, G. y Johnson, M. (1980). Metaphors we live by. Chicago, IL: University of Chicago Press.
Leslie, S. et. al (2015). “Expectations of brilliance underlie gender distributions across academic disciplines”. Science, 347(6219).